La mesa redonda (no es un cuento de buenas noches)
Nosotros teníamos una mesa redonda, recuerdo que cuando niña me metía bajo de ella e imaginaba que era mi fortaleza, otras veces era mi casa del árbol y en otras cuantas un laberinto. Siempre me gustó que mi mamá le pusiera mantel, así podía ser todo lo que imaginaba pero en escenarios más oscuros. En ocasiones mis primos le pegaban chicles por debajo, eso me molestaba mucho porque dañaba mi área de juego, cuando se secaban los quitaba, aunque las marcas que dejaban eran permanentes. Cuando pasas mucho tiempo sola jugando, la imaginación es tu mejor aliada, disfruté mucho ser una niña con hermanos muy mayores como para que convivieran conmigo y con un hermano bebé que no podía jugar. Siempre he querido una mesa igual, sin cabeceras ni jerarquías, de madera comprimida con patas de metal que por debajo formarán como ramas de un árbol. Ya no podré refugiarme ahí como cuando era niña y había batallas entre los mayores, pero tal vez en ocasiones podré meterme bajo la mesa a esc...