Dame la mano
No sabía qué hacer, caminaban muy deprisa; quería llorar, parar, tirarme al suelo, gritar, quería detenerlos. Mi hermano el menor tenía 2 meses de edad, mi mamá se recuperaba de un embarazo complicado “ preeclampsia ”, regresaba a su rutina. La había notado molesta, triste y decepcionada; creí que era porque aún le dolía su cuerpo y mi hermanito siempre estaba llorando. Ese día se arregló, se puso una blusa blanca con motitas de colores, pantalón ajustado de mezclilla azul y unas botas negras. Una mujer guapa, ojos grandes y expresivos, cabello negro a la altura de los hombros y ondulado, nariz recta, labios delgados afinadamente delineados, color de piel oliva, complexión fuerte, no se notaba que apenas 2 meses atrás su cuerpo lo ocupaba también otro ser humano. La alegría era la emoción que la caracterizaba. Para mí, la mujer más perfecta, hermosa, inteligente y enérgica. Envolvió a mi hermanito en una cobija amarilla y se lo cargó con un rebozo gris. No recuerdo que ves...