El lobo
El pasillo era oscuro, al fondo en el marco de
una puerta estaba él. Yo tenía puestos unos lentes con los que podía ver
algunas formas en la oscuridad. Al fin lo vi, era cómo lo recordaba, aunque no
lo conocía, su sonrisa era afable, cabello negro y ojos expresivos. Vestía unos
jeans azul claro y una playera gris holgada, ambos gastados.
Él me
esperaba hace algún tiempo, aunque yo iba a otro lado, regresé para cumplir con
la cita. Me acerqué sin dudas, intercambiamos algunas palabras, deduje
rápidamente que era un chico cordial, educado y muy sencillo.
Inevitable besarlo.
Salimos al
patio, ahí sus compañeros, que eran mis conocidos, festejaban sin motivo alguno
y prendían fuegos artificiales. Llegué a meditar en qué pensarían ellos al
saber que él y yo estábamos juntos. Al ver cómo todos se divertían, olvidé ese
asunto.
Había un
hombre corpulento, con barba y cabello largo negro azabache, la relación con
los demás no la recuerdo, pero sabía que era una pieza importante en ese círculo
social. Deambulaba por la casa cuando escuché que tenían que capturar al chico
que acababa de conocer, qué era esencial para lograr sus fines.
Empecé a ver
rutas de escape. El chico de ojos expresivos dormía en una cama. Y me di cuenta
que era un hombre lobo, frente a su cama un sillón donde descansaba el hombre
corpulento, él también era un hombre lobo que infundía mucho terror. Me acerqué
a la cama y quise despertar al chico para que huyéramos, pero fue en vano, el
lobo terrorífico se preparaba para atacarnos.
Empezamos a
huir, pero ya no era ese chico, era una mujer igual de hermosa y humana; el
lobo nos perseguía y vi que tenía una espada y shurikens, nuestras armas eran
un machete, un cuchillo y un cubierto; yo tenía el cubierto, la chica el
machete y una sacerdotisa vestida de manta el cuchillo.
Yo tenía la
certeza de que la sacerdotisa era clave para derrotar al hombre lobo,
ella corría adelante, después yo y atrás la chica, me puse estratégicamente al
centro porque con un cubierto no podría defendernos.
El hombre lobo aventó shurikens y al mismo
tiempo atacaba con la espada, la chica detenía los golpes, pero contra los
shurikens no pudo hacer nada. Me quedé muy cerca de ella y le decía:
"tranquila no te harán nada, te necesitan viva y sana" pero era tarde,
la sostuve para que no cayera al suelo, ambas nos recargamos en la pared, un
shuriken le había dado en la cabeza, pensé que no la había dañado, cuando ella
se lo quitó, no pudo contener los lamentos.
Al mismo
tiempo el lobo empezó a hacer sonidos extraños, como de un rito, la sacerdotisa
empezó a gritar, como si el canto del lobo le estuviera destruyendo las
entrañas.
Ante tanto
dolor e impotencia no supe qué hacer, estaba aterrada y paralizada. La angustia
a la que me enfrentaba era excesiva. Mi corazón latía aceleradamente. Mi
inconsciente sabía el daño que esto me causaba y me llevó a la vigilia.
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