El mejor orgasmo

No fue el de anoche, que sentí que duró una eternidad; primero con tus caricias tiernas que me excitaron tanto que te llevaron a masturbarme, provocando que mi clítoris y pezones se pusieran rígidos y sencibles; tu habilidad con la mano izquierda me fascina, con la derecha me hiciste terminar.

Satisfecha pero aún exitada quería más, siempre busco más. Tu pene en mi boca no fue suficiente, te necesitaba dentro de mí. La forma en la que me penetraste, tan duro y rápido que me hiciste jadear; para concluir yo sobre de ti, viniéndome por segunda vez con una intensidad inexplicable. 

Tardé tal vez un par de minutos en éxtasis. La poca luz era un sol, siliente mi entorno, transformando las dudas en paz, el respaldo de la cama en el universo. Aún te sentía dentro de mí y las sensaciones, los temblores, el placer, no paraban. Te escuché respirar un poco más rápido que yo, cerrabas los ojos y tú semblante posterior al sexo era el habitual. Mis emociones chocaban, tanto placer me quería llevar al llanto, pero preferí la expresión dichosa: solté una ligera carcajada.

Me levanté por agua, tenía la boca seca y el resto de mí, húmedo. Regresé, me abrazarte y descansamos por horas.

Antes de dormir, tal vez dormida o al despertar, evoqué la primera vez que estuvimos juntos. Recuerdo mirarte en la cama, agotado, pensé que eso era un error, eras tan extraño: luz prendida, desnudo y con calcetines. Tú, el bizarro y desapegado, el que me aconsejaba y escuchaba, el que me recomendaba musica, con quien intercambiaba mensajes que en más de una ocasión me llevaron bajo las sábanas en mi soledad a desahogar mi exaltada pasión. 

En esa ocasión te veías tan diferente a lo que esperaba, tranquilo, indefenso, accesible; sentí mucha ternura hacia ti. Esa fue la primera vez que me abrazarte, así: desnudos y tú con calcetines, esa fue la primera vez que me sentí calor en mi corazón.

No creí que volviera a suceder, pese a que desde el primer beso sentí un cosquilleo por mi piel -hasta el momento, si me tocas me erizas los vellos-, pero se repitió, una y otra vez, dejaba de ser solo sexo y empezaba a sentir algo más por ti.

"¿Cómo te puedes sentir insegura?, tu, una mujer guapa, inteligente y profesionista".
"Si duermes con alguien es para dormir abrazados".
"No todo es coger, también me gusta escucharte, platicar, comer, pasar el tiempo, viajar".
"Quédate conmigo hoy".
"Sabías que esto iba a pasar, no solo era coger, íbamos a terminar enamorados",
"No mal barato los *te amo*: te amo".
"En ocasiones te extraño, me haces falta, incluso te necesito".
"Compré cacahuates porque a ti te gustan".
"Órale, sí me extrañaste".
"No cabe duda de que eres alguien importante para mí".
"Suerte con eso".
"A veces te amo, y hoy estás de suerte: te amo".
"No eres necia, eres persistente".
"Si lo quieres, pídelo, insiste, ve por el".
"Osita bobita".

El orgasmo más intenso no fue el de anoche, tampoco el de mi cumpleaños, ni el del disfraz de alumna, no fue ese que tuvimos en alguno de los varios hoteles que visitamos, o el de mi casa con la oscuridad de fondo y la música de testigo, no fue ese en el que me dolió la garganta por tanto gemir, tampoco el de una noche de alcohol.

El de verdad, el más intenso, el que aún al recordar me hace temblar, ese fue cuando me di cuenta de que estaba enamorada de verdad.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Una noche más

Vacaciones

La mañana en la que nunca amaneció