Un cuento de amor

Un clima tropical lluvioso, a la orilla de una alberca; tú con una playera de manga larga y shorts; yo con traje de baño y suéter, ni de vieja se me quita la friolenta. Ambos tomamos bebidas dulces con adornitos en las copas, la tuya es más fuerte que la mía y de nuevo me dices que para la otra pedirás la misma que yo; me causa un poco de gracia porque llevas años diciendo lo mismo.

Ya no solo usamos lentes para el sol, también tienen aumento porque los años cobran factura y nuestra visión ya paga la cuenta. Hemos perdido la cuenta de todas las vacaciones que ya pasamos juntos, aun así, no dejamos de disfrutar ese nuevo viaje como el primero o el último.

Pedimos algo para comer ahí en lo que disfrutamos de la lluvia mezclada con la brisa del mar. Me quejo del ruido que hacen los jóvenes que al otro extremo de la piscina comen, beben y escuchan música: “yo a su edad no hacía eso”. Sonríes y se marcan las arrugas de tus ojos, esas que siempre se han hecho cuando ríes de verdad: “No hacías eso, te la pasabas comiendo, corriendo o durmiendo; así como ahora, pero sin canas, arrugas, sin rodillas de metal y con todos tus dientes”. Hago como que me enfado, aunque me haces reír también.

Le subimos el volumen a la música para restarle atención a los vacacionistas. También le subimos el volumen a nuestras voces:

-       ¿Te acuerdas cuando fuimos a Cinque Terre, que a las 2 de la tarde ya estábamos bien mareados y comimos como si no hubiera mañana?

 Te pregunté mientras le daba un sorbo a mi bebida y me comía una quesadilla.

-       Sí, no sé cómo dejé que me convencieras de ir hacer ese recorrido de gordos. Yo acabo de recordar Cuba, la comida, paisajes, gente, bebidas, clima… Deberíamos de regresar. Aunque, ¿aún existirá Beto Godoy en Acapulco? ese viaje sería muy random, imagínate.

Respondiste mientras cambiabas la lista de reproducción que ya contaba con más de 20 mil canciones, esa que desde tu juventud empezaste.

Y mientras pasaba ese momento tan cotidiano, te miraba, eras el mismo de hace 35 años, sonorizando todos los momentos de nuestra vida; coleccionando instantes y recuerdos; aprovechando el tiempo. Sigues hablando todas las noches con Sofía y diciéndole sobrenombres como araña y le preguntas si ya se bañó, aunque ella es una mujer madura y responsable, nunca ha dejado de ser tu niña. Recuerdo cuando la conocí…

Me gusta cuando te toca cocinar, lo sigues haciendo delicioso, con el tiempo cada vez mejor, las pastas y el pescado podrían ser tu especialidad, pero a mí me gusta más cuando haces de desayuno huevo con tocino, aunque ya no sea muy seguido por aquello del colesterol. Yo dejé de condimentar de más la comida, por aquel artículo que una vez leí en el que decían que los sabores de los alimentos no necesitan ser alterados con ninguna especia ni sazonador, no te desagradó, pero tampoco te encantó.

-       ¿Quieres algo más? voy al baño y aprovecho para pedir.

-       Tráete unas tostadas, está muy bueno el ceviche, eso de que no le pongan cebolla es lo mejor.

Siempre he admirado tu determinación, hace algún tiempo dejaste de fumar, sin causa ni motivo, solo un día decidiste que esa sería tu última cajetilla, te costó algo de trabajo y como todo lo que te propones, lo lograste sin recaer.

De regreso te veo dormido en el camastro, los jóvenes del otro extremo de la alberca ya se habían ido, al parecer ya era el horario de la barra libre, ambos disfrutamos que ahora las fiestas empiecen a las 3 de la tarde. De fondo se escucha “Prayers for rain” de The Cure, me recuesto en el mismo camastro que tú, adormitado me haces espacio y me abrazas.

-       Gracias mi amor.

-       De nada, pero ¿qué hice?

-       Me permites contar esta historia.

-       ¿Qué historia? ¿Estas borracha?

-       Hace 28 años te dije que estaríamos bien, que no volvería a fallarte, que eras el hombre de mi vida, de mis sueños y mis pensamientos, que te amaría por siempre y para siempre.

-       Y ahora, ¿por qué recuerdas eso? Nos costó mucho trabajo salir de ese desmadre en el que nos metiste.

-       Justo por eso, nos costó mucho; ahora que te veo, que nos veo, que tenemos tantos recuerdos como música en nuestros dispositivos audibles, rememoré ese tiempo, porque parecía lejano, a veces imposible, fue doloroso y al principio no contribuía en nada yo con mi actitud…

-       Sí, la cagabas y la cagabas…

-       Sí mi amor, pero míranos, al final del día lo conseguimos. Es por ti que llegamos a este momento: gracias.

-       Ya no te pongas cursi, ya no menstruas para que le eches la culpa a las hormonas ¿trajiste las tostadas?

-       ¡ups…! Sabía que algo se me olvidaba, no me tardo.

-       Osita bobita…

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