Mi primer juego
No había estado en un juego, fue mi primer partido y lo recordaré por siempre.
Previó a ello, los nervios, la emoción, la adrenalina, el temor. Llevo entrenando un año y el universo (o el COVID) no me habían permitido estar en un campo. En cada entrenamiento mi estómago me duele y mi corazón se acelera porque no sé lo que pasará. En mi cabeza siempre están las indicaciones de mi Coach y mi capitana, pero no siempre respondo como es debido.
Ayer estaba mentalizada en esforzarme y llevar a cabo todo lo practicado.
Al esperar que llegaran mis compañeras, pensaba en que lo haría por mí, porque me lo debo, porque pese a no tener una figura para presumirse en lingerie, estaba en calzones y top orgullosa del cuerpo que seguía construyendo; porque ese deporte me dio motivos para seguir y creer; porque en él encuentro hermandad, lealtad, disciplina, coraje y fuerza; porque me levanto a las 6 de la mañana de lunes a viernes para hacer ejercicio; porque me hizo recordar que comer no es igual a nutrirte; porque desde que estoy en Charms tengo más confianza, seguridad y valor.
Al ponerme los tachones sabía que estaba ahí por las mujeres que estaban al lado, las que se rompían la madre en la cancha, a las que desde la primera vez que las ví entrenar me hicieron sentir admiración, las que son un ejemplo en su casa y con su familia; esas que dejan fiestas y compromisos, por llegar frescas un domingo temprano; las que aún con el corazón roto te hacen pensar que todo se puede lograr; las que se limpian las lágrimas y te ofrecen una sonrisa y palabras de aliento; las que han ido enfermas, lesionadas o cansadas a entrenar porque su amor al deporte es más grande que cualquier padecimiento. Porque éramos 15 en la cancha, pero unidas ni 40 mujeres podrían contra nosotras.
Cuando hacíamos flexiones y corríamos por la cancha, sabía que estaba ahí por el Coach, ese que confiaba en nosotras y todo el tiempo nos pedía que fuéramos con todo, con ganas y con el corazón; porque cuando llegué eran 4 entrenadores y ahora estaba sólo él, aunque él sabía que otros dos en su recuerdo siguen a su lado; el Coach que tira sus lentes, nos exige y nos ofrece su apoyo; por el que mantiene unida a la familia y en lugar de soltarla, la quiere hacer crecer; por el que apuesta que ni los más grandes corajes le harán perder su cabello; porque él creía en cada una de nosotras y eso, no lo tienes en cualquier lugar.
Mirando a nuestras espaldas, veía a las personas en la tribuna, las que iban a apoyar y sentían orgullo por sus hijas, madres, hermanas, parejas, sobrinas, nietas, amigas; las personas que no dejan de tener miedo en cada partido o entrenamiento, pues saben que su jugadora puede salir herida. Seguramente todas tenemos a alguien en casa que nos dice que estamos locas, que no sabe por qué hacemos eso, y es la misma persona que siempre grita con toda su fuerza en cada partido.
Al ponerme los shoulder y el casco, miré al cielo, estaba nublado, pero sentí una paz indescriptible, el frío del viento me tranquilizó. Una gota de lluvia cayó justo en mi nariz, me hizo sonreír.
Empezó el partido...
No existían los "espera, deja me acomodo, olvidé la voz, perdón no te dí bien el balón lo hago de nuevo, no la ví, cómo se hacía eso"; ahora todo iba muy deprisa, adentro de la cancha trataba de hacer lo que se me pedía, a fuera, gritaba y buscaba animar al equipo.
Terminó el partido...
Lo viví muy rápido, terminé triste, enojada, desilusionada, con un nudo en la garganta. El papá de una compañera le dijo algo que nunca olvidaré porque me reflejé completamente: "de los entrenamientos llegas raspada, con moretones y golpes ¿Dime ahora qué tienes? Pues nada, y es porque no jugaste".
Me ilusionaba mi primer partido, imaginaba que sería como de película y terminaríamos ganando. No fue así, fue más como la vida, tienes metas, expectativas, sueños; te preparas buscas ser la mejor versión de ti, pero no resulta así. Parte de mí problema fue tratar, creer que habría otra oportunidad. Ilusa. No se trata: SE HACE. No hay otras oportunidades: ES UN AQUÍ Y AHORA.
Muchas veces he tenido el deseo de abandonar, es difícil, siempre termino en el suelo y golpeada, el lugar donde entrenamos me queda a 1 hora de distancia, me gusta dormir hasta tarde los fines de semana. Y todas esas veces, agito la cabeza, recuerdo quién soy y sigo adelante.
Esta no será la excepción. Ya moví mi cabeza, recordé quién soy, me fui a correr en la mañana y me aferré a qué mi segundo partido no cometeré los mismos errores.
La caída dolió, duele, pero estuve ahí. Nunca había estado en un juego, fue mi primer partido y lo recordaré por siempre...
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