Soy yo, soy de ti, eres tu, eres para mi
Una persona común utiliza 300 palabras en su vida cotidiana, 500 si es más culta; yo me jacto de usar un poco más. Pero cuando estoy contigo no encuentro términos, conceptos ni significados que describan o mínimamente esbocen mis emociones por ti.
No, no es porque me vuelva tonta, la verdadera razón es que, describir al amor es tan llano y natural, que no sé cómo manifestarlo. Sonrío cuando pienso en ti, me ilusiona compartir contigo momentos, historias e incluso mi pasado. La música que me regalas me llena de alegría y emoción, las imágenes que me compartes me deleitan, y los versos que te inspiro me llenan el corazón.
Contigo conocí este sentimiento, lejano del calor y ternura de ver a mi madre sonreír, apartado del afecto que profeso a los cómplices de vida, y en suma distante de la vehemencia de besos hostiles.
Jamás me he visto como un objeto o posesión, sin embargo, en tus brazos: te pertenezco, soy tuya; en cada beso, mirada y caricia, mi alma emana y se rinde ante ti.
Duermo en tu pecho, acaricio tu rostro, te envuelvo con mis piernas, me sumerjo en ti. Viendo una película, escuchando música o charlando de temas vitales como el fútbol o tan banales como la religión, contigo..., contigo mi vida, las horas se han convertido en instantes que se desvanecen como arena en las manos.
Eres comprensión, ternura y pasión en una misma persona; eres chistes malos, besos suaves e historias iterativas. El más ligero roce de tus manos me provoca escalofríos. Eres el orgasmo más dulce, el más apasionado, el que me condujo a las lágrimas, el único y real que en mi vida he sentido. Eres la convergencia de mis deseos y mí paz.
Ya te conocía, te había imaginado toda mi vida, te soñé en un par de ocasiones; te reconocí en diez charlas, en seis amantes, en dos humores, en una discusión, en dos pares de mentes, en un sexo, en dos besos, me mimaste en cuatro obsequios, te alejé en tres personas.
La primera vez que estuve en tu cama, con esa lámpara extraña que iluminaba tu rostro, el temor de enamorarme, de volverme a equivocar y de fallarme una vez más, se reflejo en tu cara: diferentes mascaras se develaron ante mi, fuiste un anciano, un joven, una mujer, un hombre poco agraciado, una sombra, un espíritu; ese momento me provocó miedo y angustia. Debía de buscar tu mirada para volver; tus ojos me llevaron a lo más profundo de mí ser, esa cueva que resguarda mi subconsciente, pasado y presente. Sentí frío. Al fin encontré serenidad.
Contigo he sido cauta e incluso cobarde, no obstante, me he dado tiempo para disfrutar cada etapa de nuestro amor: me resultaste interesante, me atrajo tu charla, admiré tu amabilidad, saboreé tus besos, fui tu novia, me fascinaron tus detalles, me masturbé pensando en ti, te quise, me divertí a tu lado, conocí a tu madre, te comprendí, gocé tus letras, te valoré, tuve relaciones sexuales contigo, empecé a conocerte más, te presenté a mi familia, bailé de tu mano, desnudé mi ser, llené mi cabeza de conflictos, me enamoré de ti, te dediqué una tacleada, conocí parte de tu lado oscuro, me desilusioné, reconocí que te amaba, lloré en tu hombro, me revelé malhumorada e intolerante, te consideré en todos mis momentos, me mostré desalineada y sudorosa, hicimos el amor.
Me resultaba más simple crear desde el dolor y la tristeza, por tal razón, escribir a partir de la devoción me conflictuó. Este texto breve, tórrido y caótico, nace de mis entrañas, su estructura y prosa asemejan mi personalidad: soy yo, soy de ti, eres tu, eres para mi.
Comentarios
Publicar un comentario