7 Cuentos de buenas noches. Capítulo 5. Kieri y Reno


        - No debemos de estar juntos.
 
        - ¿Por qué no Kieri?, yo quiero recorrer el camino contigo, ahora sé que quiero amanecer a tu lado cada día, quiero hacerte el amor todas las mañanas, las noches, los días, todo el tiempo. No quiero que alguien más te toque, te bese, esté dentro de ti; disculpa si soy posesivo, pero no lo soportaría.
 
        - Antes no pensabas eso Reno, no querías ni estar dos noches seguidas compartiendo la misma cama, la misma realidad. Tu más preocupado por salvar el universo y hacerte más fuerte que congelaste tus emociones y me llenaste de dudas y miedos. 
 
            La realidad está a punto de colapsar, no lo logramos Reno, todo lo que pretendíamos o quisimos hacer ya no tiene importancia. Esta plática es una pérdida de tiempo. No existe un mañana, ni siquiera habitamos un hoy. Así que abandonemos los supuestos, ya es tarde.
 
Estamos de nuevo en esta cabaña, nos acabamos de bañar, ¿para qué si ya no tenemos a dónde ir?, estoy temblando, nervios o frío, no lo sé. Veo su torso desnudo, algunas gotas de agua le escurren por la espalda. Se seca el cuerpo, lo noto pensativo. Cuando es el fin de los tiempos, ¿tiene algún sentido pensar en algo?
 
        “Hazme el amor”.
 
Me recuesto en la cama, también estoy mojada, pero no es agua, de inmediato mis pezones se erectan, aún no me toca y ya empiezo a respirar más rápido. Se posa sobre mí, con mis piernas rodeo su cintura; me besa el cuello, la boca, los senos. Al sentir como su pene se yergue, me surge la necesidad de tenerlo dentro de mí. 
 
        “Métemela”.
 
Me lame el cuello, me estruja los senos, me respira. Se pone de pie, de un jalón me lleva hasta la orilla de la cama, me abre las piernas, se baja y empieza a lengüetearme. Arriba, abajo, en círculos, en ochos, intenta mordisquearme, me mete la lengua en la vagina, me succiona el clítoris, me inunda de placer. Mientras yo me aprieto las chichis, acaricio su cabello, con las manos me abro más los labios para que tenga un campo libre y una mejor visión.
 
        “Métemela ya, te deseo, ya no aguanto”.
 
Mi nivel de exaltación es tanto que empiezo a tocarme también el clítoris, lo hago un poco más enérgico que él, con los movimientos que ya me sé de memoria, lo hago porque no soporto más la excitación, me siento en el limbo, quiero reventar, necesito explotar. Mientras hago esto, eleva mi cadera y me lame desde el ano hasta la vagina, se entretiene en el orificio poco explorado por otros expedicionarios. Mis piernas tiemblan, me pongo rígida.
 
        “Estoy a punto de venirme, cuando lo haga quiero que me la metas toda”.
 
Mis ojos quedan en blanco, mis pensamientos también. Todo se pone en silencio, el espacio y tiempo se detienen, dejo de respirar, tenso mi cuerpo… Suelto.
 
        “¡Ya, ya, me estoy viniendo, cógeme, dame!”
 
Vertiginosamente toma su miembro con la mano y lo conduce a mi interior, por el orgasmo mi vagina está casi cerrada, a Reno le cuesta moverla, pero hábilmente lo hace. Si no fuera el fin de la existencia, me escucharían a kilómetros gritar y gemir.
            
Me mira complacido por lo que me provoca, esboza la sonrisa de un hombre que se sabe poderoso. Continúo con las sensaciones, cada que me penetra siento que me llena por completo. Su verga se hincha cada vez más, puedo incluso hasta sentir cada vaso sanguíneo dilatarse. 
 
        “Así Reno, así, sigue, cógeme, cógeme duro, dame más, soy tuya, soy tuya…”
 
Toma mi pierna derecha y la pone en su hombro, encojo la izquierda; toma mi seno y lo acomoda para que no me lastime, el otro lo acomodo yo. Inicia con una cadencia de movimientos que me quitan el aliento.
 
        “Así mi amor, así mi rey, así cielo… qué rica la tienes, se siente enorme, está deliciosa”. 
 
Le repito constantemente mientras continúo gimiendo al compás de su ritmo. Muerdo su hombro, lo succiono; rasguño su espalda, le entierro las uñas, aprieto sus nalgas.
 
Bajo la pierna de su hombro, le rodeo la cintura, él se acomoda de nuevo y me agarra de las nalgas, lo siento tan dentro de mí que por instantes somos uno. 
 
        “Me voy a venir de nuevo, no pares, no te detengas, sigue, sigue, métemela más, más duro, más…”
 
Siento mi piel erizarse completamente, al tiempo veo como en un efecto domino su piel presenta el mismo fenómeno. 
 
- Yo también me voy a venir.
 
        “Dale amor, dale cielo, vente, lléname de tu lechita”
 
Su cuerpo se tensa, los dedos de sus pies se paralizan, sus piernas también. Dentro de mi puedo sentir su pito dilatarse y soltar la presión, su esperma es un líquido ajeno en mi interior y a la vez tan conocido, tan cálido y placentero.
 
Cuando siento que terminó de eyacular le pido que baje de mí, le cuesta, se pone a un lado, me quiere abrazar, no se lo permito, me inclino y empiezo a lamer su pene, succiono lo que aún queda de semen, aunque solo sea el sabor lo que siento pues estoy llena de él.
 
Ambos complacidos, ambos extasiados, esa es la conclusión de la realidad y deseamos 5 minutos más el uno del otro.
 
        “Me llamaste bulto Kieri”. 
 
        “Me dijiste puta Reno, estamos a mano".
 
Y cómo explicar que en el confín del universo nos conoceríamos, nos enamoraríamos y nos destruiríamos. Teníamos que acompañarnos para aprender lecciones y nos centramos en aniquilarnos. Hoy ya es tarde, tarde para continuar, para intentar, para buscar, para iniciar, para seguir, para luchar, para levantarse de la cama e ir a trabajar, es tarde para respirar y más para vivir. Es tarde…
 
Pero, aún no colapsa el universo, podemos volver a coger y lo disfrazamos de amor.

Comentarios

  1. ¡¡¡Wow!!! Sin palabras, ¡¡¡Que historias maravillosas escribes!!! Me gustaría saber más sobre Kieri y Reno.

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    Respuestas
    1. Me acabas de dar una idea: una precuela, tal vez cómo es que se conocen, en qué momento se dicen "bulto" y "puta" o cómo es que están en el fin del universo. No lo sé, tal vez solo escriba un cuento más en el que ambos se destruyen al fin.

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    2. ¡Ohhh! ¡Siii estaría genial! Aunque no los mates, me cayeron bien, ambos se ve que son bien chéveres.

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